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El pastor David Jang – Una Iglesia con perspectiva escatológica

1. La voluntad de Dios hacia la santidad y el proceso de la santificación

El pastor David Jang, basándose en 1 Tesalonicenses 4, ha destacado la exhortación final ("por lo demás") que el apóstol Pablo dirigió a la iglesia de Tesalónica y qué significado tiene para los creyentes de hoy. Hasta el capítulo 3, Pablo había elogiado las virtudes de la iglesia de Tesalónica y les había aconsejado con afecto. Sin embargo, en el capítulo 4 se manifiesta concretamente el contenido de su llamado a "abundar todavía más" en la vida de fe.

La iglesia de Tesalónica era una comunidad con un gran fervor escatológico. A pesar de las persecuciones por parte del Imperio Romano y de los líderes del judaísmo, superaban el sufrimiento con la esperanza ardiente de la segunda venida del Señor. No obstante, Pablo añade una última exhortación que considera esencial para esta comunidad escatológica. Esa exhortación es la "santidad" (sanctification), la cual Pablo describe como la voluntad de Dios (1 Ts 4:3).

En el versículo 1, Pablo reconoce que los tesalonicenses "ya han aprendido cómo agradar a Dios" y que, de hecho, lo están haciendo (1 Ts 4:1). Sin embargo, al mismo tiempo les añade: "abundad más y más". Con estas palabras, subraya que, por muy excelente que haya sido su vida de fe hasta el momento, en el proceso de la santidad no puede haber interrupción ni estancamiento. El pastor David Jang, en numerosas disertaciones, también ha insistido en la importancia de la santificación como una tarea "que no se puede abandonar hasta la última etapa de la vida de fe". Si la "justificación" es el primer botón de la salvación (el acto de ser declarados justos por Dios), la "santidad" es el camino incesante por el cual avanzamos en la santificación.

Pablo declara claramente que la "voluntad de Dios" para nosotros es: "Vuestra santificación" (1 Ts 4:3a). Jesús también nos enseñó en el Sermón del Monte y en Mateo 7:21 que "no todo el que dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos". Por tanto, la voluntad del Padre Celestial para nosotros es "nuestra santidad". Esto era algo que, por más que la iglesia de Tesalónica recibiera alabanzas en otros aspectos, jamás podrían descuidar; y sigue siendo igualmente importante para nuestras iglesias y creyentes de hoy. El pastor David Jang llama a esto "la tarea fundamental para llegar al fin de la fe".

¿Cómo podemos hacernos santos? Hebreos 11:6 dice que es posible agradar a Dios cuando creemos que "él existe y que recompensa a quienes lo buscan con sinceridad". Asimismo, en Juan 21:15-17 se une "amar al Señor" con "apacentar sus ovejas", enseñándonos que agradar a Dios es amarle y vivir conforme a su voluntad sirviendo a otros. En otras palabras, podemos avanzar por el camino de la santidad cuando vivimos de acuerdo con el propósito para el cual Dios nos creó.

Para Pablo, "agradar a Dios" siempre fue el objetivo de su vida (1 Ts 2:4-5). Su dirección y meta vital se centraban en "complacer a Dios". Para ello, proclamó el evangelio, fundó iglesias, trabajó con sus propias manos y no retrocedió ante las aflicciones. Aunque la iglesia de Tesalónica abrazó plenamente esa misma mentalidad y no se tambaleó a pesar de la persecución, Pablo vuelve a recalcar de forma muy clara la importancia de la "santidad".

En concreto, en 1 Tesalonicenses 4:3-5 menciona el mandamiento expreso de "abstenerse de la inmoralidad sexual". Por excelente que sea una iglesia, siempre puede verse afectada por el pecado que proviene del mundo. Entre dichas faltas, la inmoralidad sexual (음란, "lujuria" o "fornicación") es una forma de pecado particularmente poderosa, como Pablo ilustra en 1 Corintios 5. Allí describe una forma de inmoralidad tan grave que ni siquiera se daba entre los gentiles (1 Co 5:1). Pablo ordena expulsar radicalmente ese pecado (1 Co 5:13), pues "un poco de levadura leuda toda la masa" (1 Co 5:6-8) y la inmoralidad sexual corrompe a toda la comunidad.

Al explicar este punto, el pastor David Jang señala que la inmoralidad y las tentaciones mundanas penetran en la iglesia a través de "los ojos, las manos y la boca". En Génesis 3 se ve de forma clara que el camino hacia el pecado pasa por lo que se ve (los ojos) → lo que se toma y se come (las manos, la boca). Jesús mismo dijo: "Si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, sácalo... y si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala..." (Mt 5:29-30). Con ello, enfatiza que no se puede transigir ni un ápice con el pecado cuando buscamos la santidad. En el instante en que el pecado se mezcla o se tolera, se destruye la pureza y la vida de la iglesia.

En definitiva, ¿cuál es el camino para ser santos? Tal como lo explica Pablo en Romanos 5-8, debemos andar bajo el dominio del Espíritu Santo en un proceso continuo de santificación. Si la justificación es un "acto de gracia" que logramos exclusivamente gracias a los méritos de Jesucristo y a nuestra fe, la santificación es el proceso constante de vencer al pecado y avanzar en la santidad de la mano del Espíritu Santo. Esta doctrina, que no se halla en otras religiones, es característica del cristianismo: la "santificación mediante el Espíritu". El pastor David Jang, en diversas conferencias y explicaciones bíblicas, ha exhortado a "leer repetidas veces Romanos 6, 7 y 8" para que aprendamos a tratar con nuestro "viejo hombre" y a gobernar nuestra vida con la vida que el Espíritu Santo nos otorga.

Para hacernos santos, es imprescindible eliminar el pecado de nuestro interior, particularmente la "inmoralidad sexual". El hecho de que Pablo diga explícitamente a los creyentes de Tesalónica: "Que os apartéis de la fornicación" (1 Ts 4:3b) sugiere que ellos tampoco estaban libres de la influencia de la cultura de su época. Solemos pensar que la iglesia primitiva fue perfecta, pero en las cartas del apóstol Pablo vemos que los pecados y los conflictos eran muy habituales. Para que la iglesia mantenga una santidad constante, debe examinarse a sí misma y expulsar el pecado de manera continua. En 1 Corintios 5, Pablo insta a "limpiar la levadura vieja" para convertirse en "una nueva masa sin levadura". Del mismo modo, la iglesia de Tesalónica debía guardarse de la inmoralidad sexual y del desorden secular.

Es relevante notar que, en todo el libro de Levítico, la palabra que más se repite es "santo" (alrededor de 261 veces). El pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, ofrecía sacrificios siguiendo las leyes de Levítico, y el tema principal de este sistema de culto era la santidad. El propósito de todos los sacrificios era presentar al pueblo de Israel como un pueblo santo ante Dios. De manera análoga, la iglesia del Nuevo Testamento es un "sacrificio vivo" delante de Dios (Ro 12:1), y la búsqueda de la santidad es lo fundamental. En la visión celestial de Apocalipsis 4, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos proclaman juntos ante Dios: "Santo, santo, santo" (Ap 4:8). Así se nos muestra simbólicamente que el destino final de nuestra fe es llegar a ser "adoradores santos".

La iglesia de Tesalónica poseía un entusiasmo escatológico sobresaliente, pero podría descuidar el "entrenamiento en santidad" en la vida diaria. El pastor David Jang pone particular atención en este punto, subrayando que, junto con un ferviente anhelo escatológico, la iglesia está llamada a asumir "la responsabilidad que debemos ejercer aquí y ahora en la tierra". Si uno ansía de verdad la venida del Señor, pero no mantiene una conducta santa en este mundo, esa fe se vuelve desequilibrada. Por eso, Pablo insiste: "Dios no nos ha llamado a inmundicia, sino a santificación" (1 Ts 4:7).

Dios no nos llama para que vivamos en lo corrupto y mundano. "Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación" (1 Ts 4:7) es la confesión de Pablo que penetra la esencia de nuestra fe. El pecado va en contra de nuestra naturaleza y nos conduce al sufrimiento y a la ruina, mientras que la gracia de Dios aporta libertad y paz interior, y también la capacidad de servir y sobrellevar las cargas de los demás. Por eso, Pablo advierte: "El que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios" (1 Ts 4:8).

En esta línea, el pastor David Jang recalca: "La santificación no es una asignatura opcional. Todo el que ha sido salvo tiene la obligación de recorrer este camino". Bien sea la iglesia primitiva o la contemporánea, si has sido declarado justo ante Dios mediante Jesucristo, debes vivir de acuerdo con el carácter santo que Dios ha declarado sobre ti. Aun después de ser salvos, seguimos enfrentándonos a nuestra vieja naturaleza y a las tentaciones de este mundo. Superar todo eso y madurar en el Espíritu Santo es el reto primordial de la santidad.

Además, entre los rasgos característicos de la iglesia de Tesalónica está el hecho de que, "tan absortos en la espera de la segunda venida, corrían el riesgo de descuidar responsabilidades inmediatas". Por ello, en 1 Tesalonicenses 4:11-12 y en 5:1, Pablo reitera: "Procurad tener tranquilidad y ocuparos en vuestros negocios". Una mala interpretación de la escatología puede conllevar actitudes extremas, como pensar: "Total, pronto seremos arrebatados, ¿para qué trabajar o preocuparnos por los asuntos de esta vida?". Sin embargo, la verdadera escatología exige "una actitud diligente en las obligaciones que tenemos, para no avergonzarnos cuando venga el Señor". El pastor David Jang señala que "Pablo impartió simultáneamente la tensión escatológica y la responsabilidad terrenal", y que también hoy debemos aferrarnos a esta enseñanza de manera equilibrada.

En definitiva, el mensaje esencial de la exhortación final ("por lo demás") en 1 Tesalonicenses 4:1-8 es la santidad, plasmada en un camino prolongado de santificación. Todo el que ha sido justificado debe, "para llegar a ser masa nueva sin levadura", eliminar continuamente la levadura vieja, abandonar los hábitos pecaminosos y mundanos, y revestirse del poder del Espíritu Santo para alcanzar la santidad que Dios pretende. Así como Levítico repite el mandato "sed santos, porque yo soy santo" (Lv 11:45, etc.), nosotros debemos obedecer la voz divina que dice: "Sed santos, porque yo soy santo". Solo así nuestra fe no naufragará, sino que permanecerá hasta el fin, momento en el que llegaremos a parecernos al Señor.

 


2. El amor fraternal y la responsabilidad de la comunidad de la iglesia

 

En la parte anterior, Pablo exhortaba a la iglesia de Tesalónica a caminar por la senda de la santidad. Pero con eso no bastaba. Inmediatamente después, el apóstol añade: "En cuanto al amor fraternal, no tenéis necesidad de que os escriba" (1 Ts 4:9). Esto significa que, en el aspecto de "amar ardientemente a los hermanos", la iglesia de Tesalónica ya destacaba. Además les elogia diciendo: "Porque también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia" (4:10). Con ello testifica que la iglesia de Tesalónica practicaba el amor, junto con las otras iglesias de la región de Macedonia (Filipos, Berea, etc.).

Cabe destacar que, tanto la iglesia de Tesalónica como las de Filipos y Berea, a pesar de sufrir una gran persecución y padecer escasez de recursos, practicaron de manera ejemplar el amor fraternal. En 2 Corintios 8 se relata cómo, cuando la iglesia de Jerusalén padeció hambruna, las iglesias de Macedonia "dieron generosamente, más allá de sus fuerzas" (2 Co 8:1-5). Aun siendo pobres, se vaciaron para enriquecer a otros con su amor. El pastor David Jang insiste en que "la iglesia verdadera, sea rica o pobre, ha de manifestar con hechos un amor ardiente hacia los hermanos".

No solo la iglesia primitiva, sino también las iglesias de hoy necesitan que "la santidad" y "el amor fraternal" vayan de la mano. Algunas iglesias destacan la santidad, pero carecen de amor; otras hablan mucho del amor fraternal, pero descuidan los estándares morales y espirituales y toleran el pecado. Sin embargo, la visión de Pablo consiste en avanzar simultáneamente en santidad y amor fraternal. Que la iglesia de Tesalónica, pese a su fervor escatológico, llegara a ser alabada al punto de que "no necesitaban ser enseñados sobre el amor fraternal" supone un gran desafío para nosotros.

El pastor David Jang explica cómo podemos aplicar este principio a la iglesia contemporánea. Afirma que "cuando nuestra iglesia, incluso gozando de condiciones estables y sin persecución externa, pierde el amor fraternal, es como si ya hubiera perdido su vitalidad". En cambio, si en cualquier circunstancia la iglesia se preocupa por los demás y carga con sus pesos, el Espíritu Santo la fortalecerá cada vez más.

Pablo continúa: "Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos" (1 Ts 4:11). Sabe que, al intensificar la esperanza en la segunda venida, puede surgir la tentación de descuidar el trabajo y las responsabilidades cotidianas. De hecho, en 2 Tesalonicenses 3, Pablo advierte: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Ts 3:10). Debemos anhelar la venida de Cristo y vivir vigilantes, pero sin desatender nuestras tareas y obligaciones actuales. Es muy hermoso hablar del amor fraternal, pero si yo no cumplo mis responsabilidades y dependo de los demás en el ámbito económico o emocional, difícilmente construiremos una verdadera comunidad de amor.

1 Tesalonicenses 4:12 prosigue: "A fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada". Pablo no critica que se reúnan con fervor esperando el fin, sino que insiste en que vivan "honradamente delante de los de afuera". En otras palabras, no es una invitación a despreciar ni a escapar del mundo, sino a manifestar los valores del reino de Dios sirviendo de testimonio ante los no creyentes al cumplir con responsabilidad el trabajo que tenemos en la tierra. De este modo, incluso los que no pertenecen a la iglesia la respetarán, y en la misma iglesia no habrá dependencia ni carencias, sino recursos para sostenerse y apoyar a otros.

El pastor David Jang describe esta idea como "la comunidad eclesial que, en tensión escatológica, simultáneamente vive en el amor y en la responsabilidad". Cuando la iglesia se centra demasiado en la escatología, es fácil que ignore el mundo, el trabajo, la economía o la familia, que son aspectos básicos de la vida. Pero Pablo adopta una actitud equilibrada: "Abundad todavía más" (1 Ts 4:10) y "Procurad tener tranquilidad y ocuparos en vuestros negocios" (4:11). Cuanto más contemplamos el reino de Dios, con mayor empeño hemos de cumplir nuestras tareas en la realidad presente. Así la iglesia brinda un "testimonio saludable y hermoso" de su esperanza escatológica.

Además, aunque Pablo dice que los tesalonicenses no necesitan ser amonestados sobre el amor fraternal, tampoco les dice que ya han llegado a su meta, sino que "abundad todavía más en ello" (1 Ts 4:10). Ni el amor ni la santidad tienen un límite. Nuestra fe progresa de "más en más", es decir, se desarrolla, se esfuerza y se aviva cada vez más. Cuando uno se conforma con la situación actual o cree que ya es suficiente, el crecimiento espiritual se detiene.

Cuando personas de diferentes lugares del mundo se reúnen, la iglesia puede enfrentarse a barreras de idioma, cultura o condición social, y surgir prejuicios o conflictos. En esos casos, lo más importante es "amar a los hermanos" de tal modo que no haya nada que enseñar porque se practica con naturalidad el servicio mutuo. En la iglesia primitiva también existían muchas diferencias entre judíos y gentiles, pero superaron las divisiones gracias al poder del evangelio y del Espíritu Santo, convirtiéndose en "un solo cuerpo". Hoy, la iglesia sigue necesitando un amor que vaya más allá de cualquier barrera.

En 1 Tesalonicenses 4:10, Pablo escribe: "Os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más". El amor fraternal siempre viene acompañado de la palabra "más" o "todavía más". Aunque ya estemos practicando el amor, no debemos detenernos. Las iglesias de Macedonia eran pobres, pero abundaron en ofrendas para socorrer a otros, tal como relata 2 Corintios 8:1-5. Lo lograron porque conocían profundamente "la gracia de nuestro Señor Jesucristo" (2 Co 8:9). Al igual que Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos, nosotros también podemos vaciarnos para ayudar con gozo a otros. Ese es el auténtico amor fraternal y la responsabilidad de la comunidad cristiana.

Cabe aclarar que "amar a los hermanos" no es solo una emoción o un recurso retórico, sino algo que se expresa mediante actos concretos. Las Escrituras nos muestran muchos ejemplos acerca de cómo se expresa este amor, y uno de los rasgos distintivos de la iglesia primitiva era que "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía; antes lo tenían todo en común" (Hch 2:44-45). De modo similar, la iglesia de Tesalónica, sin disponer de grandes recursos, se esforzaba en ayudar a los hermanos de Jerusalén, respaldar la labor de Pablo y de sus colaboradores e incluso soportar la persecución por la obra del Señor.

El pastor David Jang observa que la iglesia coreana, en sus primeros años de crecimiento, floreció gracias a esta actitud de "vaciarse a uno mismo y amar", a pesar de las penurias que atravesaba el país. Recibimos la ayuda de misioneros y de otras iglesias, y al mismo tiempo nos ayudamos mutuamente practicando la fraternidad. Sin embargo, a medida que la iglesia crecía y alcanzaba estabilidad socioeconómica, a menudo se enfría este amor fraternal. Por eso, necesitamos recordar el ejemplo de la iglesia de Tesalónica, digna de elogio por su amor hacia los hermanos.

Por otra parte, Pablo insiste en que, además de poseer un amor fraternal rebosante, "os conduzcáis honradamente con los de afuera" (1 Ts 4:12). No es correcto amar ardientemente dentro de la iglesia, pero comportarse irresponsablemente o con descortesía fuera de ella. Así como el apóstol Pedro dijo: "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 P 3:15), no se trata de temer al mundo, sino de vivir de un modo digno y respetable ante él. Incluso para los no creyentes, la iglesia debe irradiar santidad y amor, de modo que se abran a recibir el evangelio.

El amor fraternal también es una tarea a la que hemos de dedicar cada día "todavía más" y no choca con la perspectiva escatológica. Cuanto más anhelamos la venida del Señor, más nos preguntamos cómo servir y entregarnos a nuestra comunidad y a nuestro prójimo. Siguiendo la advertencia de Pablo de que "el que no quiera trabajar, que tampoco coma" (2 Ts 3:10), no podemos escudarnos en el fin de los tiempos para dejar nuestras obligaciones a cargo de los demás. El amor se expresa vaciándonos y sirviendo a otros, pero también asumiendo nuestras propias responsabilidades sin cargar a terceros con nuestro trabajo.

El pastor David Jang explica: "La escatología correcta no consiste en 'abandonarlo todo en este mundo', sino en 'vivir con mayor diligencia y amor, sabiendo que el Señor puede venir en cualquier momento'". La iglesia de Tesalónica mostró esa actitud correcta: mantenían la esperanza escatológica, pero "trabajaban con sus manos" y practicaban el amor fraternal. Pablo los alabó y, a la vez, los animó: "Abundad todavía más en ello". La razón es que en santidad y en amor nunca hay un punto final.

Las iglesias actuales, cada una en su contexto, reciben el mismo llamado. "Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (1 Ts 4:3) es una verdad inmutable. Y "acerca del amor fraternal... abundad todavía más" (4:9-10) también sigue vigente. Esas dos enseñanzas no se pueden separar ni oponer, sino sostener de forma conjunta. Es precisamente en la conjunción de santidad y amor fraternal donde floreció la gloria de la iglesia primitiva y donde la iglesia de hoy debe redescubrir su herencia espiritual. Si obedecemos la Palabra de Dios rechazando el pecado (lujuria, mundanalidad, orgullo, envidia, etc.), siendo responsables en las tareas que se nos han confiado y compartiendo con amor real y tangible tanto dentro como fuera de la iglesia, esa será la imagen resplandeciente de una iglesia que aguarda la segunda venida.

El pastor David Jang resume en dos puntos el mensaje clave de 1 Tesalonicenses 4. En primer lugar, no olvidemos que el objetivo último de la fe es la "santidad". En segundo lugar, "practiquemos aún más el amor fraternal y vivamos con decoro ante el mundo". Cuanto más la iglesia viva en perspectiva escatológica, tanto más debe conservar su "santidad" y no descuidar sus responsabilidades en este mundo, amándose y sirviéndose mutuamente sin límites. Esta es la actitud que equilibra la visión escatológica y la vida presente de una iglesia saludable.

La iglesia de Tesalónica, a pesar de la persecución, no perdió su fervor escatológico. A la vez, practicó el amor fraternal y mantuvo elevados estándares éticos, convirtiéndose en un ejemplo para nosotros. Pablo los anima y corrige diciendo: "Abundad todavía más en ello", porque en la fe no existe una "meta final" a la que llegar. Al leer este pasaje, nosotros también debemos tomarnos en serio el proceso de la santificación y, al mismo tiempo, practicar con mayor plenitud el amor fraternal para impactar positivamente nuestras familias, iglesias y sociedad.

En particular, el pastor David Jang comparte la visión misionera y el modelo de vida comunitaria (por ejemplo, All Nations Center) donde la iglesia puede expandir su práctica del amor tanto a nivel nacional como internacional. Al recibir a hermanos y hermanas procedentes de diversas regiones del mundo (Beseto, Europa, áfrica, etc.), mostrarnos hospitalarios, nutrirlos espiritualmente y compartir con ellos la gracia que hemos recibido, la iglesia cumple de manera tangible su rol como luz y sal en la sociedad.

Por tanto, si se nos permitiera resumir la exhortación final de Pablo, volveríamos a esta frase: "Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Ts 4:3). Y al mismo tiempo: "En cuanto al amor fraternal..., abundad todavía más" (4:9-10). Santidad y amor fraternal son elementos inseparables, como si fueran un solo cuerpo. Si falta alguno de los dos, la iglesia se debilita. Sólo si abrazamos ambos podremos crecer con salud espiritual y ser hallados fieles ante el Señor en el día final.

El pastor David Jang concluye reiterando que "nunca debemos detenernos en el proceso de la santificación que busca la santidad, y cada día debemos crecer 'más y más' en el amor fraternal". Esta enseñanza no solo era válida para la iglesia de Tesalónica, sino que lo sigue siendo para todos nosotros en la actualidad. Hasta el día en que Cristo regrese, debemos seguir madurando sin cesar en el poder del Espíritu Santo.